LUGO — A la sombra de la muralla romana, en un enclave donde la historia parece resonar en cada piedra, un grupo de radioaficionados sigue tejiendo redes invisibles con ondas y antenas. La Unión de Radioaficionados Españoles de Lugo (UREL), con sede en el antiguo recinto de FRIGSA, se mantiene como un punto de encuentro para quienes creen que la comunicación no necesita cables, sino pasión.
Bajo la presidencia de Ángel Sendín Valle (EA1FFM), la sección opera con el distintivo EA1CW y se reúne religiosamente los viernes entre las 20:00 y 22:00. Pero su papel en la comunidad va mucho más allá de lo rutinario: cada año, cuando Lugo se prepara para honrar a su patrón San Froilán, los operadores de UREL encienden sus equipos y lanzan una llamada que atraviesa fronteras:
“CQ, CQ, CQ, Diploma Especial San Froilán 2018...”
Radio como puente cultural
La edición de 2018 del Diploma Especial San Froilán, celebrada del 5 al 7 de octubre, ejemplificó cómo la radioafición puede trascender lo técnico y convertirse en instrumento cultural. No era una competición, ni tampoco una mera prueba técnica. Era, en palabras no escritas, una invitación a conocer Lugo a través del éter, a sintonizar la historia de una ciudad milenaria desde cualquier rincón del planeta.
El diploma, en formato digital, fue acompañado de una QSL conmemorativa, también en PDF. Una iniciativa modesta en apariencia, pero profundamente simbólica: el orgullo local transmitido globalmente, con tan solo una antena y un micrófono.
La ética del contacto
No se trata simplemente de sumar QSO. En UREL, como en muchos rincones del mundo radioaficionado, el contacto es una ceremonia. Cada indicativo, cada repetidor compartido, cada diploma enviado, forma parte de una comunidad construida sin necesidad de redes sociales ni algoritmos. Y como sucede con los buenos rituales, hay normas claras: los contactos válidos son únicos, los otorgantes transmiten solo desde la sede, y cualquier incidencia se resuelve con el tacto y la autoridad de la junta directiva.
La radioafición en Lugo no es una nostalgia técnica, sino una forma viva de celebrar la identidad local mientras se tienden puentes hacia el exterior. En un mundo saturado de hiperconectividad, la UREL demuestra que todavía hay espacio para la comunicación lenta, respetuosa y significativa.
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