En el corazón agrícola del sureste español, donde los invernaderos de plástico reflejan el sol y alimentan a media Europa, se cultiva también otra forma de conexión: la radioafición. En El Ejido, centro neurálgico del Poniente Almeriense, cada jueves por la noche la tercera planta del Círculo Cultural y Recreativo se convierte en un pequeño observatorio del mundo. Allí, la sección EA7URP de la Unión de Radioaficionados mantiene viva una tradición invisible pero poderosa.
Bajo la dirección de Francisco J. López Rodríguez (EA7HHK), el grupo no solo conversa en VHF y HF: construye comunidad, estrecha lazos y mantiene activo un espacio donde la técnica, la amistad y el servicio público conviven sin cables, pero con propósito.
El pasado 1 de mayo, mientras la mayoría celebraba el Día del Trabajo, ellos celebraron otra cosa: la pasión por las ondas. Gracias al patrocinio de EA7IVW, se sorteó un walkie-talkie entre los socios. El número ganador —887— dio como afortunado a EA7HGI, quien recibió el equipo el 6 de mayo, durante una reunión entre colegas que, como siempre, combinó charla técnica con camaradería.
Más allá del sorteo, el gesto simboliza algo más profundo: la generosidad inherente a la radioafición, donde compartir no es un eslogan, sino una práctica habitual. En una región acostumbrada a mirar al cielo para prever el clima y a la tierra para sobrevivir, los radioaficionados de EA7URP miran también al espectro. Y desde ahí, extienden una mano —o mejor dicho, una señal— que une.
Su historia no se mide en likes ni seguidores. Se mide en QSLs intercambiadas, en emergencias cubiertas, y en la persistencia de reunirse cada semana, incluso cuando lo digital amenaza con sustituir lo humano.
Porque en Poniente, como en tantos rincones del sur, la radio sigue siendo una herramienta para hablar… y para escuchar.
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