BLANES — En la comarca catalana de La Selva, donde la costa da paso al monte, hay una torre que ya no lanza destellos ópticos, pero sigue enviando señales al mundo. No se trata de un faro ni de una antena de telefonía, sino de la Torre de Telegrafía Óptica de Maçanet de la Selva, un vestigio del siglo XIX que hoy revive gracias a las ondas de radio. La encargada de esta proeza es la Sección URE de La Selva, con distintivo EA3URB, presidida por Rafael Carbó Soler (EA3BLI).
Un sábado cualquiera, un siglo de historia
En un mundo donde los “eventos especiales” suelen ser meros hashtags, EA3URB da un nuevo sentido a la palabra. Cada octubre, suben al Puig Marí —un discreto monte a 236,7 metros sobre el mar— para activar la antigua torre óptica, ahora convertida en baluarte de la comunicación contemporánea. En las bandas de 20, 40 y 80 metros, transmiten no solo su ubicación (DME 17103), sino un mensaje más profundo: la tecnología no muere, se transforma.
Un club local, una misión transnacional
Con sede en Blanes, esta sección opera desde un modesto local en la calle Vela, abierto solo los sábados por la tarde. Pero su impacto es cualquier cosa menos local. Su sitio web, ea3urb.es, actúa como portal entre generaciones y geografías. Aquí, los operadores no compiten por diplomas: conectan el pasado analógico con el presente digital, y lo hacen con rigor, dedicación y cortesía operacional.
Cuando el romanticismo encuentra la radiofrecuencia
La historia de EA3URB es un ejemplo de cómo el patrimonio, la tecnología y la comunidad pueden converger sin artificios. No necesitan una gran expedición a una isla remota: su torre en Maçanet, olvidada por el turismo, se convierte por un día en el epicentro del éter. Y como corresponde a los buenos anfitriones, responden cada QSL recibida vía bureau, una cortesía que otras estaciones ya consideran opcional.
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